15 de marzo de 2015

Fénix

Perdone usted la alevosía con la que le escribo,
quizá el culpable sea este frío majadero,
que ahora me recuerda haber perdido mi abrigo en su casa,
o tal vez sean todas las horas que me están sobrando,
que me piden a gritos sacar a pasear a sus perros,
o sencillamente la majadera soy yo,
con este deseo inmarcesible de materializarlo todo.

Las calles que antes caminé con su recuerdo
han ido palideciendo desde su olvido,
y esa necesidad que hasta temor me da nombrar
se va convirtiendo en una dulce epifanía,
si se quisiera,
en un reencuentro de mis letras ya sin voz.

Si reviviendo entre la ceniza fue como nos encontramos,
volando cual fénix deberíamos vernos vivir,
que de seguro la serendipia no se equivoca,
y que este encuentro inefable no se da otra vez.

Si por alguna razón llegara a extrañar  mi calor,
y de pronto,
mi abrigo en su casa no fuera suficiente para recordarme,
si por algún infortunio,
la acústica de su sala se perdiera sin mis desafinadas notas,
y sus perros me buscaran en el patio,
sepa que ya no soy la misma,
que desde las últimas cenizas aprendí a volar más alto

y que sólo volando podría encontrarme.