21 de febrero de 2013

Amor de Oficina


Una tarde cualquiera,
En donde los calores del verano obligan a abrir las persianas,
Y el sudor en el cuello recuerda la necesidad de encender algo más que el abanico del consultorio,
Ella recibe una propuesta, de esas imposibles de declinar.
Una nota bajo la puerta,
Un papel arrugado,
Un puñado de letras invitándola a un viaje,
Un paseo entrañable por el vergel de los placeres.

Simple:
“Tengamos sexo de oficina”

De pronto,
Las palpitaciones aumentan,
Ella corre hacia la puerta,
Esa que la separará del resto de sus compañeros;
Muertos vivientes,
Adormecidos desde el alma
Y con el regodeo por dentro;
Escucha, sigilosa, las palabras de su amante: “ya limpié el escritorio”,
En tanto ella pasa el cerrojo, él la embiste aprisionándola, 
Enganchándola contra aquella puerta,
Primera testigo de tan pueril derroche de antojos.

Los labios de aquel amante la empapan de desenfreno,
Su respiración deja un leve murmullo en el cuarto.
Sus manos, las de él, recorren aquellas piernas,
Tan de ella, tan de él,
Que no precisa cruces dibujadas para dar con sus tesoros.
La falda se encoje, la lencería… ya es cosa del pasado.

Allí,
Contra  la puerta,
Jugueteando con sus dedos,
Ella busca la forma para entre éstos y sus dientes
Ir desabrochando, uno a uno, los botones de esa camisa,
Esa que ahora entorpece el camino de su lengua.
Sus manos se despiden de un cinturón,
Protagonista, quizá, de la obra de al lado.

Él desespera,
Y en un arrebato de pasión,
La toma por los muslos,
Enroscándosela así en la cintura,
Un gemido retumba en aquella oficina.

Rumbo al escritorio,
Ella se despoja de lo poco que queda de su blusa,
Sus anteojos ahora,  le amplificarán la imagen al suelo,
Ese mismo que cobija los vestigios de lo que alguna vez fuera ropa.

Sobre el escritorio,
Aún con falda, pero sin blusa,
El frío hace bailar los lunares de su espalda,
Una mirada de complicidad relata cuánta pasión hay en ellos,
Cuánto deseo, cuánta euforia.

Él la recorre con su lengua,
Primero el cuello, los hombros, los brazos
Y mientras la sostiene por la espalda con una mano,
Con la otra se deshace del sostén,
Es en este momento que sus dientes dibujan paraísos en sus pezones.

Ella, que había desenroscado sus piernas,
Vuelve a engancharse, empujándolo hacia su cuerpo,
Son sus uñas las que ahora marcan el trayecto que más  tarde recorrerá con aceites y saliva.

El resto de los atuendos han dejado de estorbar.

Él busca humedecer sus labios con los de ella,
Deja el paraíso de sus  pezones y comienza a bajar,
Su lengua anuncia su presencia,
Trazando figuras de principio a fin,
Se introduce en su cuerpo.
En éxtasis ella se levanta,
Ya de frente al cuerpo desnudo de su amante,
Dibuja flechas y caminos en el lienzo de su cuerpo,
Disponiéndose a recorrerlos pausada pero ferozmente,
Cual depredador midiendo a su presa.
Ella baja,
Cada vez más y más
Y se detiene entretenida con el elixir que se deprende del cuerpo de su amante.

Él la toma del cabello,
La observa de rodillas frente a él,
La levanta,
La besa cual si sus labios le otorgaran vida,
Retorciéndose, rogando por más,
Más besos, más lengua, más dientes, más manos, más uñas.

Las ganas de ser una sola piel
Es cada vez más fuerte,
Sus miradas cómplices se conectan
Mientras él la penetra poco a poco.
Los gemidos son ahora la melodía que los acompaña,
El éxtasis de sentir el cuerpo de su amante dentro del suyo,
La hace danzar,
Seguir el ritmo que él marca,
Esperando al final de la melodía
Estallar en sensaciones,
Las manos hacia atrás,
Los dos convertidos en una amalgama de placer,
Un suspiro, otro más,
Tensión
La explosión mayor,
El clímax, el gran final.

Esa oficina,
Ese consultorio,
Una tarde cualquiera,
Un verano caluroso,
Jamás volvió a sentirse igual....